miércoles, 18 de marzo de 2009

Quince días en dos actos

Pasan tantas cosas y tan rápido que cada vez que este cachaco se sienta a escribir ya hay un tema nuevo, por eso en esta entrada he decidido hacer un breve recuento de los últimos quince días.
Acto I: Actos Non-Sanctos.
Es extraño que ante una intentona de golpe de estado el presidente, tan poco moderado, haya decidido ratificar en el cargo al más brioso de sus ministros.
Primero dejemos claro lo que pasó, por una parte el ministro Santos salió a celebrar el aniversario del operativo que condujo a la muerte de Raúl Reyes en territorio ecuatoriano enarbolando la bandera de la doctrina de los ataques preventivos en legítima defensa, que como bien se sabe, desconoce el principio de soberanía territorial; ante esto los gobiernos de Venezuela y Ecuador salieron a tildarlo de amenaza para la estabilidad regional. Luego el mismo ministro convocó a la cúpula militar a palacio con fines que todavía no están del todo claros.
Lo primero seguramente fue considerado como una indiscreción del ministro, por divulgar a los cuatro vientos lo que se sabe es una firme convicción de Uribe, como había quedado demostrado en el apoyo irrestricto del presidente a la invasión de Irak por parte de algún gobierno liderado por otro capataz de finca. Lo grave del incidente debió haber sido la convocatoria del consejo de seguridad a espaldas del jefe máximo de las fuerzas armadas.
Sin embargo el episodio dejó al menos dos anécdotas cuando menos extrañas respecto del presidente, por una parte por primera vez lo vimos defendiendo vigorosamente las instituciones del estado (valga decir también que en este momento él es las instituciones), pero además lo vimos controlar su santa ira y en lugar de, en un ataque preventivo de su inviolable soberanía, cortar la cabeza del ministro (o darle en la cara, marica…) decidió mantenerlo en su cargo y darle un respaldo un tanto sospechoso, un ataque de temperancia poco común en él.
Sin embargo hay un par de posibles motivaciones que explicarían tan generosa y mesurada respuesta del presidente: primero porque de hecho cortar la cabeza por tan septembrino intento habría sido en alguna medida darle gusto a Correa y Chávez. Segundo, además de posicionar al ministro como el precandidato presidencial de línea más dura, le estaría dando un lugar en el espectro político para hacer campaña contra Uribe, o contra su mandadero designado, desde las banderas de la seguridad democrática pero con un pretexto para estar en contra del presidente, su presunta “tibieza”.
A esto se sumaron las declaraciones del vicepresidente Santos respecto de la innecesariedad del plan Colombia, y la indignidad que representa para el país (quién lo hubiese creído, desde el gobierno se apela a una noción de soberanía similar a la esgrime el senador Robledo respecto del TLC), a estas declaraciones también les salió al paso el presidente desautorizando, como es costumbre, a sus funcionarios.
Fue tal el episodio que hasta Pastrana tuvo que suspender sus intentos de recomponer su capital político mediante Noemí y salió a hablar mal de esta pareja de primos, diciendo como es por todos sabido que son un peligro (el expresidente los considera un peligro para Uribe; yo, un peligro a secas).
Declaró el Exfiscal Alfonso Gómez que antes los ministros con sólo mirar el presidente mal a un ministro, éste redactaba su carta de renuncia. Ahora, la dignidad de los ministerios se ha perdido por completo, de los tiempos de los gabinetes modelo, se ha pasado a los de los gabinetes de la modelo.

Acto II: Se salvo palacio, y Palacio.
Esta semana comenzó con la absolución en materia disciplinaria de 5 altos funcionarios de palacio, incluido Palacio, por el cohecho comprobado para Yidis y aún presunto para los demás. Ante la opinión queda un tufillo, si bien el argumento del procurador Ordoñez (que según parece pasó de quemar los libros que le parecían pecaminosos en la biblioteca de Bucaramanga a quemar procesos que le parece incómodos en el ministerio público) parece ser sólido en lo jurídico no convence del todo, en gran medida porque lo que fue contundente para la corte suprema es ahora endeble, porque según cuenta el espectador Coronell no apoyó su video, porque por pequeñas falencias en la validación de las pruebas se genera una duda razonable que si bien es un argumento válido para no emitir condena, es un argumento flojo para asegurar tajantemente la inocencia más allá de lo puramente procesal.
Pero sobre todo porque el problema de que a uno lo juzguen sus amigos y aliados es que las absoluciones que en el papel son absolutas, ante los espectadores siempre pasan por sospechosas, y en ese sentido el manto de la duda que cada vez se extiende más sobre las instituciones que en teoría no dependen del ejecutivo y que juzgan o validan sus actos son más endebles ante la opinión pública.
Aviso Parroquial
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